miércoles, 12 de octubre de 2011

Sofía nos deja.

En las más de las tradiciones religiosas que hoy corren por el mundo los seres humanos tienen de alguna manera asegurada la vida eterna, la continuidad de su conciencia individual.

Pero no es muy raro decir que entre nosotros y el resto de los animales hay un parecido sumamente apreciable. Ellos al igual que nosotros, padecen dolores, sienten alegría, tristeza, necesitan alimentarse, beber agua, en fin, que es muy difícil hacer una distanciación verdadera de esos seres que a veces adoptamos como mascotas y con los cuales compartimos nuestro alimento y cariño.

Pero qué hay de ellos, qué les espera al cruzar el Aqueronte, al irse de este mundo. Cuando un animal se muere pasa un tiempo, en el mejor de los casos, y ya nadie se acuerda de él. Parece que todo rastro de su vida se borra y lo único que le queda es el olvido y la nada. Con el hombre pasa algo similar, después de unas generaciones ya nadie lo recuerda. Pero éste cree tener la salvación eterna.

En la tradición griega todo animal -incluso el hombre- cuando nacía inhalaba lo que ellos llamaron Sikjé -aliento-. Al morir todos exhalaban ese aliento e iban al Hades, en este reino de lo muerto de alguna forma también se moraba para toda la eternidad.

Pero en la tradición Hindú los perros por ejemplo son considerados como espíritus humanos reencarnados que en su vida anterior hicieron cosas malas y que ahora tienen que pagar. Por eso en India se maltrata a los perros sin ningún problema. Y qué si se equivocan.

Sofía fue una perrita que luchó mucho por vivir, la encontré entre hormigas que intentaban convertirla en alimento, casi moribunda y muy pequeñita se aferró bastante y logró sobrevivir hasta ponerse sanita del todo. Pero la vida le guardaba una mala pasada, una perra con la que convivía la mordió quitándole la vida.

De Sofía ya nadie se acuerda, de todas formas, dicen ellos, es un perro. Pero yo me niego a olvidarme de Sofía y dejar que el vacío de la nada se la trague. En la tradición judeo-cristiana sólo el hombre tiene espíritu y trasciende la muerte, al resto de los seres vivos les aguarda un frío páramo en la inexistencia eterna. No es de extrañar el egocentrismo de esta tradición pues el pueblo judío se considera el elegido. Quizá sea verdad, pero en todo caso parece mucha presunción. Puede entonces que el hombre comparta una cualidad más con los animales, tan sólo una más, la de la muerte eterna.

Y si nuestra suerte está echada y la única recompensa que tuviéramos al cerrar los ojos fuera el descanso eterno. En ese caso sólo tendríamos una cosa que nos salvaría un poco de esa terrible nada. El recuerdo de quienes nos conocieron. Pero en ese caso no seríamos en absoluto diferentes del resto de los animales, quizá la única forma de salvar esos perritos, gaticos y demás animales con los que nos encariñamos sea recordándolos. Porque puede ser que ni ellos ni nosotros tengamos más que esto.

3 comentarios:

  1. Muy bonito, bravo!.
    yunaiqui

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  2. Isabel Cristina Marti.16 de octubre de 2011, 19:36

    Dios Te Bendiga Luisi. Tu Amor por esa Perrita es Admirable. Todos Amamos algo, o a alguien en esta Vida. El Amor: Es El Sentimiento Mas Hermoso que Dios puso en el Corazon del Hombre, Pero No hay ser en este mundo, que pueda tener en su Corazon, un Amor mayor, al que Dios tiene por el Mundo.

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