domingo, 30 de octubre de 2011

El ser verdadero #2

Ver primera parte (artículo anterior).

Al ser lo constituyen tres determinaciones y una cuarta. Movimiento, eternidad, infinitud y forma.

El movimiento de ser y no-ser es simultáneo y perpetuo siendo a causa de esto su continua movediza frontera o determinación. La modificación continua de esta frontera afecta a su vez la determinación o frontera de la forma. Por tanto de continuo se está modificando la frontera de la forma mediante la modificación de la frontera del movimiento a causa de su perpetuidad.

Este movimiento que se da en el ser producto de la simultaneidad de ser y no ser, al ser perpetuo le da una inmovilidad al ser en la dirección de aquella propia perpetuidad lo que le adjudica la categoría de eternidad. Aunque el movimiento sea lo único que pueda acabar con el ser, éste lo salva a causa de su perpetuidad.

El ser es móvil y eterno; la eternidad justifica su preservar, la movilidad su posibilidad de cambiar de forma, esto es, la multiplicidad, sin embargo no basta sólo esta categoría para que ello ocurra.

La forma por tanto es la responsable de la multiplicidad impulsada a su cambio por el movimiento perpetuo que se mediante la simultaneidad de ser y no-ser.

Esta determinación al mover su frontera o su propia definición hace posible el cambio de forma haciendo posible lo múltiple.

Los movimientos que se dan por la simultaneidad de ser y no-ser son infinitos, moviendo éstos la frontera de la forma y de ahí la infinitud de éstas.

El ser es móvil, eterno e infinito, sólo queda demostrar cómo la forma siendo ella misma puede generar multiplicidad.

Como el movimiento está siempre dándose, de continuo está modificando la forma. Como son infinitos esos movimientos, la forma está continuamente en infinitas modificaciones. Esas infinitas modificaciones resultantes en la forma a cusa de la perpetuidad simultánea de ser y no-ser producen infinitas determinaciones y con ellos infinita multiplicidad.

Pudiérase objetar que aunque la forma tenga modificaciones, cada una sigue siendo forma y al no variar su contenido no habría verdadera multiplicidad.

A esto se puede responder desde la propia lógica anterior, a saber: Que al ser verdaderamente infinitas las modificaciones de la forma, cada una tendría dentro de sí y como contenido nuevas infinitas modificaciones.

De todo esto resulta que el ser es infinito, eterno, móvil y multiforme. Con esto podemos responder a cualquier forma en particular y zanjar disputas de más de dos mil años de antigüedad.

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